Los Höhenzollern: tragedia entre padre e hijo.

La historia de los monarcas en el reino (y más tarde Imperio) de Prusia refleja bastante bien el tópico social de la adolescencia y el momento de rebelión con los padres. Simplificado al extremo con esta metáfora introducimos la figura de Federico II, más conocido como “Federico el Grande” último “rey en Prusia” hasta 1772 cuando se proclamó primer “rey de Prusia”, asentando las bases para la futura Unificación Alemana por parte del rey -y futuro emperador- Guillermo I con su “canciller de Hierro” Otto von Bismark.

Con 28 años, en 1740, fue ascendido al trono a regañadientes y después de muchos desencuentros con su padre, Federico Guillermo I, apodado como “El rey soldado”, de creencia calvinista -de aquí podemos resaltar, de manera resumida, que para los seguidores del calvinismo, el esfuerzo es una herramienta más para llegar a la divinidad-, fue un monarca de carácter frívolo y firme.

Desde temprana edad, a pesar de que el joven Federico mostraba su interés por las artes y las humanidades, el pequeño Federico tuvo que fingir seguir una educación exclusivamente militar a los ojos de su padre, pero no dejó de empaparse de cultura gracias a los libros que su hermana Guillermina y su madre le hacían llegar, manteniendo oculto su secreto

Muy a pesar de haber sido una de las figuras más relevantes en la expansión del territorio, pasando de 76.000 kilómetros cuadrados (un poco menos que Castilla La Mancha) y escasos tres millones de habitantes en 1740; a su muerte rondaba los 195.000 kilómetros cuadrados y la población se había doblado.

Sin embargo, y aunque pareciera que “El gran Federico” habría estado orgulloso con una vida plenamente satisfactoria, este personaje es recordado con una frase con tintes estoicos:

«Ninguna situación es tan grave que no sea susceptible de empeorar».

Su carácter vino marcado de esa infancia revuelta y sin ninguna duda antes de aceptar su destino intentó huir a Inglaterra con apenas 18 años ya que su tío, Jorge I era el rey (cosas de monarcas, que todo queda en casa “¿que un día no quieres ser rey?” “¡puedes refugiarte en otro reino que casualmente es de tu tío!”). Este viaje, como toda historia de fugas quedaría un poco insípida sin tener en cuenta un detalle más privado de la vida del rey: su orientación sexual. 

En la versión de la obra de teatro que ilustra su biografía, cuenta como Federico recuerda a Hans Hermann von Katte, “su mejor amigo” siendo ejecutado por decisión de su padre, el rey Federico Guillermo I, como castigo por ser cómplice en el intento de fuga del futuro monarca de la dinastía Hohenzollern. 

Pero, ¿qué desencadena el fallido plan de fuga de Federico II?

Federico y su hermana Guillermina habrían acudido a Dresden en un acto oficial de la familia real de Sajonia, donde Federico encuentra una sociedad sumergida en la cultura. Esto sería una de las llamas que incendiaron los pensamientos de Federico para planear una fuga secreta con von Katte, con quien mantenía una relación sentimental según muchos historiadores. La acción trae consecuencias desastrosas para ambos: el amante sería decapitado por intervención Federico Guillermo I, padre de Federico II; para “darle una lección”, la cual no acabó con la tortura de obligarle a asistir al evento, sino que además permaneció dos años encarcelado por mandato de su propio progenitor.

 

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